martes, 24 de abril de 2012

Reseña de Carmen Forján, en Carmen y amigos.


Creedme cuando os digo que hacía tiempo que no leía una novela histórica tan bien recreada y tan magníficamente escrita como La guerra del francés, de Amando Lacueva.   

Estamos quizá acostumbrados a ciertas novelas históricas con pinceladas aquí y allá que van recreando la época con mayor o menor acierto, con algunas concesiones a los lectores para facilitar la lectura, hacerla amena y digerible por un público lo más amplio posible... Amando Lacueva no hace nada de esto y, sin embargo, construye una magnífica obra: bien escrita, estupendamente documentada, muy amena y, además, muy edificante. Crea Lacueva un fresco de lo acaecido en Tarragona entre los meses de diciembre de 1810 y junio de 1811 con el asedio y asalto final de la plaza, el 28 de ese mes, por las tropas francesas a las órdenes del general Suchet.

La historia está construida con dos narradores diferentes, por un lado el narrador omnisciente y, por otro lado, Jordi, el Mellado, que pone la historia en boca de un miembro del pueblo, de ese pueblo que se vio abandonado y traicionado, vejado y humillado, y que no se rindió hasta el terrible final. Jordi, el Mellado, nos acompaña como superviviente de esos dramáticos sucesos. Es El Mellado un personaje de ficción, como Mingo Prats o Ramón Llobet, personajes que se entrecruzan con otros reales, SuchetCodringtonCasas..., en esta reconstrucción histórica.  


La historia, la trama de lo allí acontecido, engancha pero lo que cautiva particularmente es el lenguaje, un lenguaje que encaja perfectamente en la época y que facilita el que el lector se sitúe en un contexto, en un momento, en un tiempo. Es un lenguaje rico, ajustado, preciso, muy descriptivo, realista, que nos hace conocer en detalle la vida cotidiana de las gentes de Tarragona, y duro por momentos. 
"El merendero de mi madre era lugar de tertulia de mortales de toda índole y condición, desde patriotas, liberales y monárquicos, pasando por migueletes, somatenes, tropas, generales, brigadieres, impresores y menestrales, hasta afrancesados disfrazados de verdaderos españoles, confidentes, soplones, borrachines, verdugos, traidores, meretrices, cortesanas y demás chusma que abarrotaba la villa.

Era un zagal como los de época, en la que me tocó bregar desde crío, perdiendo infancia e ilusiones, pero no, no voy a aburriros con el relato de mi insulsa vida. Lo que me trae hasta la intimidad de vuestras alcobas, a lo desierto de las playas, a la calma de vuestros aposentos, al griterío de las tabernas, al fandango de las travesías abarrotadas de exaltados, o donde sea que estéis leyendo estos pliegos, es la verdadera historia de lo que allí aconteció."
Amando Lacueva
La historia debe ser leída, sobre todo en los primeros capítulos, con atención para no perderse entre los diversos personajes que se nos van presentando y las identidades que adquieren, donde nadie es lo que parece en ese juego de traiciones y espionaje. No implica dificultad, pues se lee con verdadero gusto, pero sí requiere cierta concentración para no perder ningún detalle. 

Tras esos primeros capítulos la novela va in crescendo en intensidad e interés hasta un magnífico final, cuyas imágenes se quedan grabadas en la retina: las sombras, el ruido, la sangre, la barbarie, los gritos, el horror.  
"Eran perros, lobos, pero no vi allí ningún hombre."
Si queréis vivir los duros momentos vividos por la ciudad abaluartada de Tarragona en el año 1811, pasaros por los figones y mesones en donde se revelan confidencias y se traman traiciones, conocer a los migueletes, a los somatenes, y a los habitantes de la ciudad, que se enfrentaron de manera heroica al ejército mejor preparado del mundo, si queréis leer una estupenda novela histórica, La guerra del francés es una lectura, sin duda, muy recomendable.


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